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Carmen y su seguridad ( II parte )

Puedes leer la primera parte del relato antes de empezar con la segunda.

Abril de 1945, Estación Internacional de Canfranc

La primavera se abría paso tímidamente, las cumbres seguían manchadas de blanco y el aire seguía siendo frío, sin embargo, el sol empezaba a calentar y pequeñas y diminutas flores asomaban su cabecita entre los matorrales.

La vida de Carmen había cambiado mucho desde el noviembre anterior, se sentía más segura, más enfocada y más feliz. Su actitud y forma de encarar las situaciones, se reflejaba mucho en su carácter, hasta notaba como sus familiares y compañeros la trataban con más respeto y cariño.

Lo que nunca hubiera imaginado , es que Antonio, su jefe, hubiera cambiado tanto su comportamiento, casi siempre estaba de buen humor, se mostraba más considerado, le consultaba asuntos de trabajo y aprovechaba la más mínima ocasión para darle conversación.  A veces sin querer se fijaba en él, en su abundante y espeso pelo rizado, en su sonrisa traviesa, en su porte elegante y en su redondeado trasero. Pero entonces pensaba que era imposible que un hombre como él se fijara en una mujer como ella.

Margarita, le había dado un nuevo preparado que venía de las américas, se lo enviaba un primo suyo, en el tarro ponía Believe. Su amiga le había contado que significaba creer. Así que siguiendo las indicaciones, inhalaba tres o cuatro veces y se repetía frases positivas para aumentar su autoestima y mejorar su seguridad. Que cosas tan extrañas le pedía su querida compañera, pero tenía que reconocer que funcionaban muy bien.

Aquella misma mañana, Antonio, le había pedido que lo acompañara al pueblo más cercano, Villanúa, para ayudarlo a realizar algunas gestiones, a cambio la invitaría a comer en una pequeña bodega del pueblo.

Cuando terminó su turno a las dos, ya la estaba esperando. Estaba guapísimo, llevaba un traje azul marino y se había retocado el pelo con un poco de agua, lucía una magnífica sonrisa y unos ojos brillantes que la recorrieron de arriba abajo. Carmen no pudo evitar sonrojarse y desviar un poco la mirada, estaba tan nerviosa.

Caminaron juntos, rozándose los brazos de vez en cuando e intercambiando alguna mirada hasta que  llegaron al automóvil, se sentaron en el seiscientos y emprendieron el camino hasta el pueblo vecino.

Carmen se sorprendió de lo relajada que se sentía con él, pensaba que estando solos se encontraría algo incomoda y no sabría que decir, pero la conversación era fluida y amena. Hasta en los momentos silenciosos se sintió a gusto, disfrutando del paisaje y de la brisa que  movía los mechones del cabello a su antojo.

Al llegar a Villanúa, visitaron varias tiendas y realizaron alguna que otra transacción con algunos tenderos que querían vender sus productos en la estación. Justo cuando iban a subir las escaleras cercanas a la iglesia, Carmen tropezó, pero Antonio la sujetó con fuerza de la cintura, evitando la caída, desde ese instante, se mantuvieron unidos de las manos.

En menos de una hora habían terminado todos los encargos, así que emprendieron el camino de vuelta. Carmen estaba un poco mareada, tenía muchísima hambre y no sabía como disimular el ruido que emitía su barriga. Pensaba que habría entendido mal lo de comer en el pueblo, pero entonces Antonio aminoró la marcha y se internó por un sendero de tierra que desembocaba en un precioso prado verde cubierto de flores.

Antonio abrió el maletero y sacó un cesto de mimbre, cogió un mantel de cuadros rojos y blancos y lo extendió en el suelo. Carmen lo ayudó a vaciar el contenido de la cesta, sus ojos se abrieron como platos al ver todo lo que había en su interior, pastel de carne, ensalada, fruta y un espectacular pastel de pasas, regado con una buena botella de vino.

Empezaron a comer, al principio en silencio y conforme fueron calmando el apetito, la conversación fluyó de manera distendida, entre risas, miradas y pequeñas muestras de afecto. Antonio le contó la historia de la Cueva de las Guixes, que se veía a lo lejos:

Cuenta la leyenda que esta  cueva era visitada por brujas que se adentraban hasta la sala de la chimenea, donde se colaba la luz de la luna. Solían bailar desnudas para que su cuerpo se bañara completamente por los rayos lunares. Algunas se convertían en gatos negros, que se paseaban a sus anchas por las callejuelas del pueblo a altas horas de la noche, espiando a sus habitantes.

Carmen se estremeció y se le erizó el bello, solo de imaginar a las brujas danzando desnudas alrededor de una hoguera.

Antonio, si no te  importa me esta cogiendo un poco de miedo, creo que a partir de ahora veré a los gatos negros de otra forma.

Cuando fue el momento del postre, Carmen dio un mordisquito a un trozo de tarta, con la mala fortuna que empezó a resbalarle un poquito de mermelada por el labio, Antonio se acercó a ella rápidamente, le pasó el pulgar  y se relamió la mermelada. Ella se quedó un poco asombrada por el momento de intimidad y no supo como reaccionar, aunque su cuerpo tomó el control, empezó a notar un fuerte rubor en las mejillas, el corazón acelerado y una sensación de calor que se expandía por su interior. Él se acercó un poquito más, colocó una mano en su cintura, y con el dedo índice le levantó el mentón, mirándola profundamente, depositó un beso fugaz en sus labios. La química surgió, se miraron fijamente a los ojos, se fundieron en un abrazo y se unieron nuevamente en un lento y dulce beso, que progresivamente se volvió más intenso y profundo, elevándolos hasta el paraíso y más allá.

En plena pasión, Carmen se separó de golpe al notar un roce como de pelo en la pierna, se separó de Antonio y vió un precioso gato negro con un pequeño colgante donde ponía Noelia, se fijó en el brillo de sus orejas y:

– No puede ser, Antonio, éste gato lleva pendientes?

Recogieron corriendo el mantel y los restos de comida, entre risas, bromas y un poco de miedo por lo que realmente debía ser ese lindo gatito. Carmen llegó a casa antes del atardecer, emocionada, contenta y muy, muy feliz por lo que parecía ser el principio de una hermosa historia, el tiempo lo diría.

Believe (creer): esta mezcla está compuesta por abeto balsámico de Idaho, cilantro, bergamota, incienso, picea azul de Idaho, ylang ylang, geranio,

* Fomenta sensación de fortaleza y fe en uno mismo, pensamientos esclarecedores.

* Promueve la relajación y la confianza en uno mismo

Publicado en Relatos

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5 comentarios

  1. Alba

    Me ha encantado la historia. Y el believe es tan potente! Es uno de mis preferidos.
    ¿Conoces la estación de Canfranc? Una de las más bonitas que he visitado nunca…que voy a decir yo de mi tierra…:)

    • Olga Maya

      Si el believe es potente y muy especial. Siiii, he estado en la estación de Can Franc, la primera vez debía tener unos 20 años y pudimos ver la sala médica. Es impresionante y me inspira mucho. Gracias Alba. Tenía problemas con los comentarios y no los había visto.

  2. Pingback:Can Franc Estación - La Casa Lila

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